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Algunas de las preguntas más profundas de la humanidad tienen que ver con el sentido de propósito. Aunque en muchas partes del mundo está habiendo avances sin precedentes, el grado de desencanto entre los más jóvenes nunca ha sido tan alto. No es solo un fenómeno entre los niños, ya que el Instituto Nacional de Estadística británico recogía que aproximadamente dos terceras partes de los adultos creen que su trabajo no merece la pena.1 ¿Por qué tanta gente vive con un profundo sentido de desencanto y por qué la gente joven se resiste a disfrutar las libertades que la sociedad les brinda?

Los filósofos hablan de la libertad en dos sentidos: “ser libres de” la opresión y las restricciones, y “ser libres para” buscar las cosas que traen significado duradero y propician el florecimiento humano. Normalmente, el deseo de “ser libres para” vivir de cierta forma se convierte en la motivación para querer “ser libres de” ciertas cosas.

En nuestra cultura, sin embargo, pensamos mucho en la cantidad de cosas que podríamos hacer, pero rara vez pensamos en las cosas que deberíamos hacer. Hemos logrado “liberarnos de” muchas cosas, pero hemos perdido de vista para qué queremos ser libres. Dicho de otro modo, estamos tan obsesionados con nuestros derechos que ya no sabemos qué es lo correcto.

A lo largo de la historia, la mayoría de civilizaciones ha hecho justo lo contrario. Primero han buscado identificar las cosas buenas, bellas y ciertas de la realidad, para luego encontrar un sentido de propósito viviendo y forjando el carácter en consonancia con esas cosas. Para mucha gente, esa pesquisa culminaba en un descubrimiento de Dios, pero en el siglo XXI el anhelo por hacer lo correcto ha sido sustituido por la búsqueda de la ganancia material.

Vivir para un significado que nosotros mismos hemos creado es tarea pesada

La cosa empezó a cambiar con la Ilustración, cuando algunos pensadores rechazaron a Dios y empezaron a ver el universo o la materia como la realidad última. “Librarse de” la creencia en Dios significaba que era tarea del ser humano determinar el sentido de su propia existencia. En la década de 1960, Jean-Paul Sartre argumentó que la vida puede tener cualquier sentido que le queramos dar: lo único que importa es esa libertad para escoger. Según él, no hay una ley objetiva que dicte lo que la gente debería hacer.

De forma similar, Albert Camus estableció que necesitamos fortaleza y coraje para dar significado y propósito a nuestras vidas y para definir qué está bien y qué está mal. Podemos encontrar la felicidad en nuestra autosuficiencia y perseverancia en medio de los altibajos de la vida. Gracias a nuestra determinación podremos conseguir cualquier propósito que nos propongamos, siempre que creamos en nosotros mismos.

El problema es que vivir para un significado que nosotros mismos hemos creado es tarea pesada. Si somos honestos, definir qué está bien y qué está mal nos queda grande. Además, cuando las cosas van mal o nos sentimos perdidos, ¿es tarea nuestra enderezar la situación? ¿Emociones como la tristeza son una debilidad de carácter?

 

El hombre está condenado a ser libre; porque una vez arrojado al mundo, es responsable de todo lo que hace. Te toca a ti dar [a la vida] un significado.

Jean-Paul Sartre
Filósofo francés, 1905 – 1980

 

El tema del propósito es inmensamente práctico. Luchamos con cómo reconciliar nuestra necesidad de lo material con nuestra visión de lo correcto. Por ejemplo, ¿cómo deberíamos entender la carrera profesional? ¿Cuál es su propósito y cuál es nuestro propósito en ella? ¿Qué cosas soluciona o qué cosas hace posible? ¿Y qué decir de los demás aspectos de nuestra vida? Realmente, ¿para qué vivimos? Es una pregunta profunda y las respuestas no surgen fácilmente ni de forma inmediata.

Para responder, puede ser útil dedicar unos minutos a preguntarte “por qué”. ¿Por qué anoche llegaste tarde a casa? Quizá estabas acabando algo importante en el trabajo. ¿Por qué es importante? Porque no meter la pata significa que eres el siguiente en la lista para un ascenso. ¿Por qué quieres que te asciendan? Bueno, porque quieres una casa más grande. ¿Por qué quieres una casa más grande? Para tener una familia más grande… etcétera etcétera. Con cada “por qué” nos adentramos más y más, acercándonos a aquello que se ha convertido en la fuerza motora de nuestra vida.

Todos tenemos una serie de cosas para las que vivimos y las organizamos según un orden de prioridades. Seguridad, salud, esposo, esposa, hijos, novia, novio, carrera profesional, hobbies, medioambiente, causas solidarias, voluntariado, nuestro carácter, poder, títulos, ocio, estatus social, etcétera. ¿En qué orden pondrías las cosas para las que vives? ¿Qué pondrías arriba del todo? Muchos de nuestros proyectos apuntan a cosas buenas, bellas y ciertas. Pero, ¿qué debería estar arriba del todo?

El cristianismo afirma que nuestro propósito en la vida es primeramente encontrar descanso restableciendo la relación con el Dios que nos ha creado y, gracias a lo que Él ha hecho, encontrar gozo haciendo las buenas obras que Él ha preparado de antemano para que las pongamos en práctica. Dios no descalifica nuestra necesidad de cosas materiales, pero insiste en que las pongamos en perspectiva y en el lugar que les corresponde. Primero hemos de buscar lo que es correcto, para estar en paz con Dios. Él nos puede “liberar de” esa lucha por encontrar un sentido de propósito, y nos “libera para” que disfrutemos de una vida con un Dios que realmente se preocupa por nosotros. Esta oferta es para todo el mundo, desde el adolescente que lucha con la ansiedad hasta la persona de mediana edad decepcionada con la vida.

Jesús vino a rescatarnos porque hemos acabado persiguiendo cosas que no nos dan la satisfacción que buscamos. Damos valor a las cosas, o incluso podríamos decir que “las adoramos”, en un orden distinto al que corresponde. A veces, las cosas más valiosas las pasamos por alto y las cosas más menos valiosas las elevamos poniéndolas en un lugar que no toca. Las buenas noticias del cristianismo es que este no es el final de la historia. Hay un Salvador que nos ama y puede restaurarnos a través de esa relación con Él para la que fuimos creados. Este mensaje de esperanza es para todo el mundo, y no solo nos ofrece un nuevo comienzo en la vida, sino que también hace posible que encontremos nuestro verdadero propósito y nos pone en el camino hacia el significado eterno.

[1] https://www.independent.co.uk/life-style/health-and-families/features/teenage-mental-health-crisis-rates-depression-have-soared-past-25-years-a6894676.html

Traducción: Dorcas González Bataller

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