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En su libro Mere Apologetics [Mera apologética], Alister McGrath comenta que “una de las críticas más comunes al cristianismo es que ofrece consuelo a los perdedores” (1). A menudo se caricaturiza a los creyentes presentándolos como personas débiles y crédulas, el tipo de personas que necesita su fe como una “muleta” para poder enfrentarse a la vida. Los autores ateos suelen contrastar esa imagen con la del ateo intelectual y fuerte que no necesita recurrir a un engaño infantil y reconfortante. Este tipo de retrato puede encajar con algunos, ¿pero realmente tiene sentido? (2)

En primer lugar, empecemos definiendo qué queremos decir cuando usamos la palabra “muleta”. En medicina, como todos sabemos, significa un instrumento que el paciente usa como apoyo cuando está lesionado. Por tanto, la analogía implica que los que la necesitan están incapacitados o heridos. En un sentido, parece lógico pensar que los más vulnerables necesitan apoyo, pero como dice el agnóstico John Humphrys “¿Y quién no lo necesita? Algunos usan la bebida en lugar de la Biblia”. (3) Como vemos, no se trata tanto de si tienes una muleta o no, sino de qué muleta tienes. Esta idea es clave, ya que la gente basa su bienestar o autoestima en todo tipo de cosas, desde las posesiones materiales, el dinero, la comida y la estética hasta los cigarrillos, las drogas, el alcohol y el sexo. En nuestra sociedad, muchos de estos elementos en lugar de verse como señas de debilidad se ven como algo relativamente normal, siempre que no se conviertan en una conducta claramente destructiva o adicción. Sin embargo, muchos solo ofrecen librarnos de las dificultades de la vida a corto plazo, y a veces solo encubren problemas más profundos que la persona puede estar sufriendo. Por tanto, sugerir que los ateos son más fuertes que los creyentes es negar el lado más oscuro de la humanidad, que es más que evidente cuando miramos el mundo que nos rodea. McGrath lo explica así:

“Si te has roto una pierna, necesitas una muleta. Si estás enfermo, necesitas una medicina. Así son las cosas. La comprensión cristiana de la naturaleza humana es que estamos rotos, heridos e incapacitados por el pecado. Así son las cosas”. (4)

Además, Agustín de Hipona comparó la iglesia a un hospital porque está llena de gente herida y enferma en proceso de sanación. (5) Como ocurre con cualquier enfermedad, ese tratamiento no puede empezar hasta que la persona admite que está enferma o que necesita ayuda. Hay muchas evidencias que apuntan a que las creencias religiosas tienen un efecto ventajoso sobre la salud física y mental. Andrew Sims, que fue presidente del  Real Colegio de Psiquiatras, escribe que un ” inmenso volumen de investigación” así lo confirma, y que se trata de “uno de los secretos mejor guardados en la psiquiatría y la medicina en general”. (6) En una cultura que a menudo exalta la salud, el bienestar y la felicidad por encima de otras cosas, esta afirmación parecería convertir la creencia religiosa en algo atractivo tanto para los débiles como los fuertes de la sociedad.

Muchos creyentes testifican del efecto transformador que acercarse a Jesús ha tenido sobre ellos y eso puede incluir verse librados de alguna de las muletas en las que se habían apoyado. Sin embargo, la idea de que la fe libera y fortalece es, para muchos, una idea infame. Por ejemplo, Christopher Hitchens habla de la naturaleza totalitaria del cristianismo que mantiene a sus seguidores en un estado de sometimiento constante. (7) Pero G. K. Chesterton tenía una opinión muy diferente. Él sugirió que la “dignidad del hombre” y la “pequeñez del hombre” se mantienen en perfecta tensión, ya que eso permite que la persona tenga un claro sentido de su valía sin que se le suba a la cabeza. (8)

Dios, sin embargo, ofrece mucho más que eso. En la primera carta a los Corintios dice “Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad” (12:9). La idea de que la fuerza viene de la impotencia humana puede parecer un sinsentido en la cultura actual que tiene aversión al riesgo, pero como dice Simon Guillebaud, “Paradójicamente, ondear la bandera blanca para rendirse ante Dios asumiendo su derecho sobre nuestras vidas es la llave que abre la puerta a muchas victorias futuras en su nombre”. No obstante, como C. S. Lewis observó, mucha gente seguirá eligiendo apoyarse en sus muletas, a pesar de que lo que se les ofrece  es mucho mejor:

“Somos criaturas de medias tintas, que flirteamos con la bebida, el sexo y la ambición cuando lo que se nos ofrece es el gozo infinito; somos como el niño que quiere seguir haciendo pastelitos de barro en un barrio pobre porque no puede imaginar lo que significa la oferta de unas vacaciones en la playa. Nos contentamos con demasiado poco”. (10)

Por tanto, puede ser útil pararnos a pensar en qué nos apoyamos, y qué impacto tiene eso sobre nosotros. Como el blogger y ex-ateo Daniel Rodgers nos recuerda, no queremos perdernos la plenitud de vida que Dios nos ofrece a todos, aunque pensemos que no la necesitamos:

“La cuestión es que Jesús nunca ofreció una muleta, sino solo una cruz; no hizo un llamado a que seamos mejores personas con una elevada autoestima ni ofreció un plan para ayudarnos a sobrevivir. Nos llamó a reconocer que el perdón que todos buscamos solo se encuentra en él, en esa cruz… Porque el cristianismo es verdad tiene algo que ofrecer a cualquier persona en cualquier circunstancia, independientemente de su trasfondo o de su capacidad intelectual”. (11)

 

(1) A. McGrath, Mere Apologetics (Grand Rapids, 2012), 167.
(2) Artículo adaptado de Simon Wenham. “Is Christianity Just a Crutch?”, Pulse, Núm 10 (Primavera 2012), 14-16.
(3) J. Humphrys, In God We Doubt (London, 2007), en J. C. Lennox, Disparando contra Dios (próxima publicación: Andamio, 2016) [Gunning for God (Oxford, 2011), 24].
(4) McGrath, Mere Apologetics, 170.
(5) Ídem.
(6) A. Sims, Is Faith Delusion? (London, 2009), en Lennox, p. 77-78 de Gunning for God.
(7) C. Hitchens, Dios no es bueno (Debate, 2008) [God Is Not Great (London, 2007), 232-234].
(8) G. K. Chesterton, Ortodoxia (Acantilado, 2013) [Orthodoxy (Chicago, 2009), 143].
(9) S. Guillebaud, For What It’s Worth (Oxford, 1999), 171.
(10) C. S. Lewis, El peso de la Gloria (HarperCollins, 2016) [The Weight of Glory and Other Addresses (Grand Rapids, 1949), 1-2].
(11) D. Rodger, “Is Christianity a Psychological Crutch?” (de www.bethinking.org).

Traducción: Dorcas González Bataller

Otra perspectiva en vídeo por Pablo Martínez Vila:

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